ESTANCIAS JESUITICAS
ACTUALIZADO 5/10/2021
Tras los muros de
estas estancias cordobesas se encierran siglos de la historia
colonial de nuestro país. Construidas entre los años 1616 y 1725 por
los jesuitas, surgieron
para sustentar económicamente su obra evangelizadora en la región. La Compañía de Jesús había sentado sus bases en lo que hoy conocemos como la Manzana
Jesuítica en la ciudad de Córdoba. Allí se erigieron
la Iglesia de la
Compañía, el Colegio Máximo y el
Convictorio, donde en la actualidad funcionan la Universidad
Nacional de Córdoba y el Colegio
Nacional de Monserrat. Desde hace más de 400
años, sus aulas y claustros albergan a estudiantes venidos de distintos
lugares en busca de conocimiento, que se respira en todo su ambiente y su
arquitectura. Su construcción, dirigida por los misioneros y realizada por
miles de aborígenes que aprendieron el oficio de albañiles, artistas
orfebres, ebanistas y herreros, todavía puede apreciarse intacta en las
bóvedas y retablos de la Compañía y la Iglesia Doméstica. En ellas se refleja
un estilo único y singular, objeto de estudio de los expertos por la fusión
del arte nativo con el barroco europeo. Pero para que la misión
evangelizadora y educadora pensada por San Ignacio de Loyola pudiera
concretarse, necesitaban generar sus propios recursos. Fue así que entre los
siglos XVII y principios del XVIII, la orden ignaciana, para lograr el
mantenimiento de la Manzana Jesuítica, adquirió o construyó seis estancias en la región serrana: Caroya (1616), Jesús María (1618), Santa Catalina (1622), Alta Gracia (1643), La Candelaria (1683) y San Ignacio (1725). Esta última, ya desaparecida,
estaba ubicada en la zona de calamuchita Las
Estancias Jesuíticas eran establecimientos agro-ganaderos que contaban con
puestos, corrales y potreros para ganado vacuno, lanar, mular y caballar,
huertas para hortalizas, campos para cultivo de trigo y maíz, percheles para
granos, tajamares y acequias para el riego de cultivos y el funcionamiento de
molinos. Y como pertinaces trabajadores, también se dedicaban a la
carpintería, herrería, curtiembre y tejidos, jabonería y panadería, y poseían
hornos de cal y ladrillos. Asimismo, en los cascos se levantaban, además de
la ranchería del personal, la casa de residencia de los Padres y Hermanos
estancieros y, obviamente, la capilla. Todo
expresa la impronta de la voluntad misionera jesuítica, que sobrevivió a la
expulsión de la Orden firmada por el rey de España Carlos III en el año 1767,
y que a fines del año 2000, la UNESCO declaró a la Manzana Jesuítica y al
Camino de las Estancias como Patrimonio de la Humanidad. "Para mayor
gloria de Dios", como rezaba el estandarte de los jesuitas al
desembarcar en estas prometedoras tierras. |
ESTANCIA |
UBICACIÓN – TEL -
OBSERVACIONES |
ALTA GRACIA |
Así premiaron
a don Juan Nieto por sus servicios a las huestes colonizadoras de Jerónimo
Cabrera: con las tierras que por entonces sólo concentraban un par de ranchos
y cultivos realizados por los aborígenes de su encomienda. Ni se imaginaba
que el heredero de esa precaria finca, don Alonso Nieto de Herrera, al
ingresar a la Compañía de Jesús por el 1643, la donaría a la Orden. Y mucho
menos que de la mano de los jesuitas se desarrollaría semejante
emprendimiento productivo, dedicado a la rama textil, ganadera y agropecuaria
y en especial al comercio de mulas. Ubicada
a 36 km al sudoeste de la ciudad de Córdoba, la Estancia de Alta Gracia por
el año 1659 había dejado atrás la originaria construcción de adobe y se había
transformado en una mole de cal y piedra, desafiando con su estilo barroco la
arquitectura de la época. Estaba conformada por la residencia, el obraje
destinado principalmente a la producción textil, la carpintería y los hornos,
la ranchería y sus sesenta cuartos para trabajadores, el tajamar, un dique
artificial utilizado para el riego de los cultivos y la iglesia. Diseñada
por el genio de Andrés Blanqui, arquitecto de la Orden y responsable de la
mayoría de las obras coloniales más prestigiosas de la Argentina, el
santuario es una verdadera joya del barroco colonial que corona el ala sur
del complejo. Única en el país por su fachada sin torres, posee un perfil de
curvas interrumpidas y pilastras apareadas que rememoran el barroco italiano
tardío. En su interior exquisitamente ornamentado, se destacan el retablo del
altar mayor con sus columnas salomónicas y el púlpito tallado en madera,
debajo de la bóveda. La
Casa del Virrey En
1810, luego de la expulsión y de sucesivos propietarios particulares, toma
posesión de la Estancia don Santiago de Liniers, antiguo Virrey del Río de la
Plata, que vivió por escasos cinco meses hasta su trágico final. Diez años
más tarde, don Juan Manuel Solares compró y loteó las tierras de las
inmediaciones de la estancia, dando origen a la incipiente ciudad de Alta
Gracia, en la actual la provincia de Córdoba. Si
bien en 1941 fue declarada Monumento Histórico Nacional, la residencia fue
ocupada por los herederos de Solares hasta el año 1968. Recién en 1971 se
iniciaron las tareas de restauración que permitieron inaugurarla como Museo
Nacional Casa del Virrey Liniers, en pleno corazón del valle de Paravachasca,
entre las últimas estribaciones de las sierras chicas. Estancia de Alta Gracia Traspasar
el pórtico e ingresar al Patio de Honor acompañados por el aroma de los
naranjos, jazmines y duraznillos, nos invita al recorrido: la cúpula que
sostiene las tres campanas, un reloj de sol con su sombra proyectada y un
apacible silencio que nos transporta en el tiempo. Las
salas del museo reflejan fielmente los ambientes de la vida colonial: las
cujas de algarrobo, petacas de viaje hechas en cuero crudo, la rueca de hilar
lana, el brasero. Todo dispuesto como entonces. De igual modo, la sala
dedicada a Liniers con muebles que pertenecieron a su familia: el juego de
comedor, una cornucopia bañada en plata, la mesa de cedro tallada y un óleo
del Virrey. Hoy en
día, la Estancia de Alta Gracia es seguramente la de mayor actividad. Su
integridad original se vio modificada por la trama urbana de la misma ciudad:
el museo funciona en lo que antiguamente era la residencia; el templo es en
la actualidad la iglesia parroquial; el obraje pasó a ser una escuela
secundaria, el tajamar, un centro de recreación y paseo; y sobre las tierras
de producción se construyeron diversos barrios. Por
esta razón, remontar el pasado de la Estancia Jesuítica de Alta Gracia
significa conocer los orígenes de la misma ciudad, hoy convertida en un
pujante centro urbano. Datos útiles Horarios
de verano: De
martes a viernes de 9:00 a 13:00 y de 16:00 a 20:00 hs. Sábados,
domingos y feriados: de 9:30 a 12:30 y de 17:00 a 20:00 hs. Enero
y febrero abierto de corrido de 9:00 a 20:00 hs. Horarios
de invierno: De
martes a viernes de 9:00 a 13:00 y de 15:00 a 19:00 hs. Sábados,
domingos y feriados: de 9:30 a 12:30 y de 15:30 a 18:30 hs. No se
permite el ingreso de visitantes 20 minutos antes de la hora de cierre. El
museo permanece cerrado todos los lunes, el 1º de Enero, el Viernes Santo, el
1º de Mayo y el 25 de Diciembre. Dirección:
Av. del
Tajamar esquina Solares, en pleno centro de la ciudad de Alta Gracia. 5186
Alta Gracia. Córdoba. Argentina. Telefax:
54
3547 421303. E-mail:
info@museoliniers.org.ar
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CAROYA |
La Estancia de Caroya es la primera estancia que organizó
la Compañía de Jesús hacia el año 1616. Ubicada
en el límite oeste de la localidad de Colonia Caroya, en la provincia de
Córdoba, 44 km al norte de la ciudad capital (Ruta Nacional Nº 9), se enclava
este enorme caserón colonial rodeado de arboledas y vides bajo el cordón de
las sierras chicas. Por el
año 1661 fue vendida al fundador del Colegio Monserrat, el Presbítero Ignacio
Duarte Quiróz, quien logró transformarla en una pródiga tierra con producción
de maíz y trigo, frutas, vino, miel y algarrobo. En 1867, Duarte la donó al
Colegio para que fuera utilizada como solar veraniego de sus estudiantes. Y
así pasaron sus merecidas vacaciones alumnos como Juan José Paso, Nicolás
Avellaneda y los hijos del Virrey Liniers. Entre
los años 1814 y 1816, las guerras independentistas hacen que Caroya se
convierta en la primera fábrica de armas blancas del país, abastecedora de
las puntas de bayoneta para el Ejército del Norte. En el
año 1854 pasa a manos del gobierno nacional que en 1876 dispone, bajo la
presidencia de Nicolás Avellaneda, albergar a inmigrantes italianos
provenientes de Friuli. En 1878, los nuevos colonos ya instalados en los
cuartos de la estancia comienzan a organizar el poblado en las inmediaciones
cercanas al casco. La
Casona Toda
la residencia está organizada en torno a un amplio patio central que detenta
en su ingreso dos enormes palmeras, seguidas de un frondoso jardín en el que
se respira el aroma de los olmos, naranjos y palmos. Junto
a la capilla, el perchel, el tajamar, los restos del molino y las acequias,
además del área dedicada a la quinta, constituye un destacado ejemplo de
arquitectura residencial en el medio rural. Su estructura edilicia muestra
rasgos arquitectónicos propios de los siglos XVII, XVIII y XIX, marcados por
las distintas etapas de utilización de la casa. Por
esta razón, el museo pluritemático y el centro de interpretación que funciona
en la estancia bajo la Dirección del Patrimonio Cultural de la Provincia de
Córdoba, cobran singular importancia. En las
diez habitaciones que conforman el claustro, los objetos y muebles
testimonian las diversas épocas. Arcones de madera, sillones fraileros,
pinturas cuzqueñas y la talla de madera policromada de San Ramón Nonato
fueron fieles testigos de los días de descanso que pasaban los alumnos del
Monserrat. La Estancia de Caroya La
capilla, que data del siglo XVII, con sus paredes de piedra y sólo una imagen
en el altar de la Virgen de Monserrat, invitan al recogimiento. Los
amantes de las armas pueden recorrer los salones y la galería donde se
exhiben ejemplares de guerra como carabinas Remington 1879 y Charleville
1850, tercerola Smith 1857, además de sables y espadas de la época
revolucionaria. El
paso de los friulanos por la casa quedó reflejado en sus juegos de
dormitorios, baúles de viaje, ruecas para hilar y otros artefactos
domésticos. También un enorme tonel con prensa para las uvas, fiel expresión
de los frutos de Caroya, donde todavía los descendientes de esos inmigrantes
producen el famoso vino frambua. Tras
años de historia, Caroya resguarda en sus silenciosos y apacibles rincones el
espíritu de las estancias jesuíticas. Datos útiles Días y
horarios: De
martes a viernes de 8 a 18 hs. / Sábados y domingos de 9 a 15 hs. Ubicación:
Sector
oeste de la planta urbana de la ciudad. Colonia Caroya. Córdoba. Argentina. Teléfono:
54 3525 462300 |
JESÚS MARÍA |
La Estancia de Jesús María se encuentra cuatro
kilómetros al norte de la Estancia de La Caroya, siguiendo siempre por la
Ruta Nacional 9 en la provincia de Córdoba. Su ubicación no es fortuita: por
allí pasaba el camino real hacia la capital del Virreinato. En sus tierras se
originó la actual ciudad cordobesa de ciudad de Jesús María. En
1618, los jesuitas adquirieron por ocho mil pesos, las 20 mil cepas de viñas,
el molino, 250 vacas, 25 bueyes y 30 cerdos de la Chacra de Guanusacate,
nombre con el que designaban a esas tierras los indígenas sanavirones. En
1620, rebautizada con su actual nombre cristiano, este segundo emprendimiento
productivo de la Compañía de Jesús concentraba a los aborígenes que eran
asalariados y a cerca de trescientos esclavos, comprados en el puerto de
Buenos Aires, que llevaban la mayor carga de trabajo. Como era de esperar, en
la finca no sólo se hablaba el latín, el español y el italiano, sino también
las lenguas aborígenes y africanas. Mitad monasterio y mitad factoría, los
ranchos destinados a los indios y a los esclavos, fueron cambiando por las
construcciones de ladrillo, piedra y teja, características de la Orden. El
patio central cerrado en dos costados por un claustro de dos niveles, las
amplias galerías, los arcos de medio punto, cierran el estilo propio de la
Compañía. La iglesia, de fachada sobria y nave única abovedada, muestra en su
interior una importante cúpula central ornamentada con relieves que denotan
las manos de los artistas aborígenes. Junto a la sacristía, la elegante
espadaña de piedra completa la arquitectura de la finca. Sagrado
elixir La
producción vitivinícola de la Estancia de Jesús María alcanzó tal grado de
calidad y desarrollo, que su fama trascendió las fronteras y se prolonga
hasta nuestros días. Estancia
de Jesús María El
lagrimilla, exquisito vino elaborado a partir del mosto de 48 mil cepas
cultivadas, poseía un sabor tan singular que lo llevó a convertirse en el
primer vino americano degustado en la mesa real de Felipe V en Madrid . Luego
de la expulsión de la Orden, la Estancia de Jesús María pasó a manos privadas
hasta que en 1941 fue adquirida por el gobierno nacional y declarada
Monumento Histórico. A partir de 1946, funciona como Museo Jesuítico
Nacional, recreando las condiciones originales del emprendimiento. En la
planta baja de la estancia, lugar donde se elaboraba el famoso vino, hoy se
encuentra una profusa colección de piezas arqueológicas de la zona. Un
recorrido por las salas muestra imágenes religiosas, crucifijos, litografías,
monedas y medallas, hasta llegar al tesoro jesuítico de Jesús María: la
Inmaculada de madera, el Cristo de la Paciencia, los querubines legados por
los guaraníes y otras tallas de impactante contextura americana. Datos útiles Cómo
llegar: En la
ciudad de Jesús María, en cercanías del anfiteatro José Hernández, conocido
por el Festival de Doma y Folclore, se cruza el río a través de un angosto
puente de hierro en dirección a Sinsacate. Una vez traspuesto el cauce del
río Jesús María, se transita por lo que era el antiguo Camino Real, y tras
unos pocos metros, se arriba al Museo Histórico Nacional Jesús María. Horarios
de verano: Lunes
a viernes 8:00 a 19:00 hs. Sábados,
domingos y feriados de 10:00 a 12:00 y de 15:00 a 19:00 hs. Horarios
de invierno: Lunes
a viernes 8:00 a 19:00 hs. Sábados,
domingos y feriados de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 18:00 hs. Dirección: Museo
Jesuítico Nacional Jesús María. Pedro de Oñate s/n. Telefax: 54
3525 420126. E-mail: mjn-jm@coop5.com.ar
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LA CANDELARIA |
El grabado en la puerta de la
habitación del Padre encargado de la estancia reza: "1683". Es el
año en el que finalmente se consolidó la Estancia de la Candelaria en manos jesuitas.
Llegó a ser el mejor ejemplo de un establecimiento serrano productor de
ganadería extensiva, fundamentalmente mular, destinado al tráfico de bienes
desde y hacia el Alto Perú. En los parajes rurales a 220
kilómetros al noroeste de la ciudad de Córdoba, la férrea voluntad misionera
no sólo tuvo que enfrentarse con las inclemencias de la geografía y del
clima, sino con el asedio de los malones. Este entorno marcó la
diferencia arquitectónica con las otras estancias jesuíticas, ya que su
situación intermedia entre fortín y residencia con santuario es única en la
provincia. En un páramo donde predomina la piedra solamente, sus murallas
perimetrales y una única puerta de acceso evidencian la resistencia de los
aborígenes que enfrentaban a la colonización. La iglesia, con sus muros
rocosos y sus líneas austeras, sobresale por su espadaña barroca que acuna
tres campanas. Permanece casi intacta, blanca de cal, excepto en el altar
donde se destacan sus colores pasteles y ornamentos simples, con algunas imágenes
y una talla en madera de la Virgen de la Candelaria. Al lado de su entrada,
un pequeño recinto con un orificio permitía mantener la guardia frente a los
malones, incluso durante el oficio religioso. Sumergida en el silencio Una vez expulsados los jesuitas,
la Junta de Temporalidades dispuso su fraccionamiento para sucesivas ventas.
Al igual que las restantes, el casco de la Estancia de La Candelaria fue
declarado Monumento Histórico Nacional en 1941 y fue adquirido por el
gobierno de la provincia de Córdoba recién en 1982. Las tareas de restauración
permiten visitar algunas habitaciones donde se reconstruyeron los techos,
como las del Padre encargado principal y su ayudante. El patio principal en ruinas y
la ranchería de los esclavos, construida por simple apilamiento de piedras
con techo de paja, aún resisten el avance de la maleza. Completan el complejo
los corrales, el resto del tajamar, molinos y acequias. Sobre este paisaje de pampa de
altura en el macizo serrano, la Estancia de La Candelaria conserva rasgos de
sus tiempos originarios, del proyecto evangelizador de sus mentores en la
desolación de sus tierras. Todo sumido en una profunda y
cautivante soledad. Datos útiles Cómo llegar: Yendo por Tanti son
aproximadamente 130 kilómetros de la ciudad de Córdoba, pero casi la mitad
del recorrido es camino de tierra y suele deteriorarse por las lluvias
principalmente en verano; además, hay que trepar las sierras, por lo que el
viaje por esta vía implica unas tres horas en automóvil. Otros caminos parten
del Valle de Punilla, desde Molinari y La Falda, pasando por Characato. Si la
elección es ir por Traslasierra, hay que tomar, desde la localidad de La
Higuera, el camino hacia Cruz de Caña, se cruza el río San Guillermo, y se
prosigue hasta arribar a La Candelaria. También se puede tomar el llamado
Camino del Medio, que vincula Villa de Soto con la estancia, debiendo
traspasarse varias tranqueras. Horarios: Lunes a domingos de 9:00 a
18:00 hs. La estancia posee un albergue
con 16 plazas. Reservas e informes: Dirección de Cultura: 54 351
4333425. Dirección de Turismo: 54 351
4348272. |
SANTA CATALINA |
La más
grande de todas las estancias jesuíticas, Estancia Santa Catalina fue fundada en 1622. Vamos al norte rumbo a
Ascochinga, siempre siguiendo por la Ruta Nacional Nº 9, pero esta vez a 70
kilómetros de Córdoba Capital, unos 20 km al noroeste de Jesús María, donde
se toma un camino provincial secundario. Y volvemos a remontar la historia. En las
antiguas tierras de Calabalumba la Vieja, en la actual provincia de Córdoba,
la Compañía de Jesús compra en cuatro mil quinientos pesos la Estancia de
Santa Catalina que, por ese entonces, comprendía algunas precarias
construcciones y muchas cabezas de ganado. Debido a la gran insuficiencia de
agua, la primera gran obra de los jesuitas fue de ingeniería hidráulica: un
conjunto de conductos subterráneos por el cual el agua llegaba a la finca
desde Ongamira, a varios kilómetros de distancia en las sierras, y era
almacenada en un gran tajamar. Así, Santa Catalina se convirtió en el gran
centro de producción pecuaria con miles de cabezas de ganado vacuno, ovino y
mular, además del obraje con sus telares y aparejos, la herrería, la
carpintería, el batán (bastidor oscilante de telar) y dos molinos. Pero
más allá del gran emprendimiento productivo, Santa Catalina es conocida por
su iglesia, ejemplo del barroco colonial en Argentina, visiblemente
influenciado por la arquitectura centroeuropea del mismo estilo. Más de
un siglo después de adquirir la estancia en 1754, los misioneros jesuitas
terminaron de erigir la iglesia. Su imponente fachada, flanqueada por dos
torres y un portal en curva, es de líneas y ornatos gráciles, con pilastras y
frontones curvos. En su interior fascina la armonía de las proporciones: una
sola nave en cruz latina que culmina en la cúpula circular con ventanas en la
bóveda, el gran retablo del altar mayor tallado en madera y dorado, en el que
se destaca un lienzo representativo de la santa patrona de la estancia, una
imagen de vestir del Señor de la Humildad y la Paciencia y la talla
policromada de un Cristo crucificado. A la
monumental iglesia se le fueron sumando las demás construcciones del predio
al estilo del Medioevo, claustros cercando patios, galerías con bóvedas de cañón,
talleres, caballerizas, depósitos, huertas y rancherías. Luego
de la expulsión de la Orden, Don Francisco Antonio Díaz adquirió la estancia
Santa Catalina en una subasta promovida por la Estancia de Santa Catalina
Junta de Temporalidades, permaneciendo en manos de cuatro ramas de familiares
descendientes hasta la actualidad. Si
bien en 1941 fue declarada Museo Histórico Nacional, para internarse en los
solariegos patios y recorrer la estancia hay que pedir permiso, ya que cerca
de 60 habitaciones son ocupadas por sus dueños. Doña
Lili, la fiel cuidadora del santuario, acompaña a los visitantes en su
recorrido por el altar, los retablos y la sacristía. En lo
que antes era la ranchería de indígenas y esclavos, hoy se erige una pulpería
campestre, donde se puede comer rodeado de artesanías y antigüedades. Cualquier
momento es bueno para recorrer la estancia, pero si decide hacerlo el 25 de
noviembre o el último domingo de enero se encontrará con las fiestas
patronales, que envuelven a Santa Catalina en un clima festivo, pleno de
ritos y tradiciones. Datos útiles Cómo
llegar: Si se
dirige desde Jesús María - Colonia Caroya, conviene tomar la ruta E-66 hacia
Ascochinga, al cabo de unos 6 kilómetros sale un camino de tierra hacia el
norte y despuós de andar 13 kilómetros más, se arriba a Santa Catalina. Otro
camino posible es el que sale desde Ascochinga, recorriendo unos 14
kilómetros de tierra. Horarios
de verano: Martes
a domingos, de 10:00 a 13:00 y de 15:00 a 19.00 hs. Horarios
de invierno: Martes
a domingos, de 10:00 a 13:00 y de 14:00 a 18:00 hs. Teléfono: 54
3525 421600. |
MANZANA JESUÍTICA |
Así rezaba el emblema definido por San Ignacio de Loyola, padre
fundador de la Compañía de Jesús, que marcó la misión
evangelizadora y educativa en tierras americanas. El 20 de marzo de 1599, las
autoridades del Cabildo le donaron a la Orden Jesuita la manzana destinada
originalmente a las monjas, para levantar allí su casa. Por entonces, y según algunos relatos de la época, Córdoba albergaba a unos trescientos vecinos
y alrededor de diez mil indígenas. Así, el padre Rector Juan Romero tomó posesión de la actual Manzana Jesuítica, situada entre las calles Obispo Trejo, Duarte
y Quirós, Caseros y la avenida Vélez Sársfield, en la que se emplazaba sólo
la ermita que figuraba en la escritura de donación. A partir de allí, los jesuitas iniciaron una rápida y prolífica
labor, estableciendo en el lugar la Iglesia
de la Compañía (junto
a la Capilla Doméstica), el Colegio
Monserrat y la
Universidad (con
su Museo y Biblioteca Jesuítica). Datos utiles Es recomendable recorrer todo
el imponente conjunto de la Manzana Jesuítica mediante las visitas guiadas
gratuitas organizadas por la Municipalidad de Córdoba, que salen desde la
plazoleta ubicada frente a la Iglesia. Horarios de verano: Horarios de invierno: Visitas guiadas: Duración: Telefax: |